domingo, 26 de septiembre de 2010

Con la cocina SÍ se juega.



Llegó a mis manos hace quince días el libro del cocinero (seguro que él preferiría utilizar este término al de cheff) David de Jorge "Con la cocina no se juega" (Ed. Mondadori. Debate. Mayo de 2.010). Me lo prestó mi amigo Xavi, que a su vez se lo había prestado su padre (así cerrarán todas las librerías), y le tranquilicé diciendo la frase obligada cuando se presta algo: "Sólo hay dos clases de tontos en el mundo: los que dejan un libro y los que lo devuelven."- confirmándole después que yo tampoco me haría el listillo.
Libro entretenido, de lectura muy amena, que parece una recopilación de Posts del blog del mismo autor "Atracón a mano armada", aunque no puedo confirmar este punto ya que no soy un lector asiduo del mismo. De Jorge destila socarronería, sinceridad y un cultura por todos sus poros. En un primer capítulo nos da una gran lección: para ser un buen profesional lo más importante es leer; lo que sea y donde sea, cuanto más lo hagamos mejor seleccionaremos nuestras lecturas. Consejo imprescindible para todos los cheffs (u otros profesionales) que tan sólo leen lo que escriben ellos mismos en un ejercicio acrobático de obsesiva fijación umbilical.
Sigue repasando vivencias entre fogones, restoranes, compañeros y cocineros donde las ausencias son casi tan importantes como las presencias, y nos hace babear con las descripciones de platos, recetas y productos que él considera indispensables.
Confieso que no tuve el suficiente estómago para acabar el libro ya que su último capítulo, "La Cocina Caníbal", está dedicado al arte de comerse a nuestros semejantes. Se comprueba así que el inmenso estómago del escritor ha pasado por todas las batallas y que tiene la capacidad de separar los sentidos de la vista y el gusto de una manera tal que yo nunca conseguiré: me costaría comerme un hígado de cerdo recién extraído, calentito y sangrante, aunque fuera a la plancha o encebollado, no quiero ni imaginar si fuera de un primo hermano mío.
Lectura entretenida, fluida, despierta y aleccionadora. Muy alejada del discurso posmoderno y demasiado habitual de los egocheffs que nos rodean como moscas ávidas del maloliente pastel editorial o publicitario actual. Se percibe que De Jorge es un trabajador nato, sacrificado, profesional y sincero con sus clientes. Denota seriedad al no cargar las tintas contra nadie; tan sólo los relega al olvido acertando así al no echar más notoriedad al fuego... o al fogón.
Intentaré ver su programa "Robin Food" en la EiTB. Seguro no me dejará indiferente.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Un festín para Bea. Celler Ca´n Marrón.

Paisaje durante la batalla.

Me llama mi amigo Charly y me comenta que viene a visitarnos Marco, también amigo, gastrónomo y creador del blog de la sidra de autor "El Gobernador" llamado  Españar 2010. Viene con su novia Bea, asturiana y residente en Madrid como él, y quiere hacer de guía turístico por Mallorca durante el fin de semana, a ver si consigue que le enamore la isla igual que a él. Por supuesto que en este maratoniano idilio parte importante será la comida y me pide Charly que busque un celler típico en Inca, donde yo vivo.
Si por algo se conoce mi pueblo, además de ser cuna de grandes firmas de calzado como "Camper", "Lotusse" o "Farrutx" entre otras, es por ser centro neurálgico de los restaurantes típicos mallorquines conocidos como Cellers; nombre que, traducido al castellano, significa bodega. Suelen ser antiguos semisótanos de casas señoriales o fincas rústicas donde se solia almacenar los grandes toneles de vino para así ir consumiéndolo a lo largo del año. Ahora la mayoría se han convertido en garajes,  incluso en habitaciones, pero quedan algunas vivendas donde siguen siendo el centro gastronómico de la familia y se utilizan como comedor, fortaleza para los mejores caldos o como improvisado salón de catas. Los antiguos cellers convertidos en restaurantes suelen conservar los toneles de vino, la mayoría de manera testimonial, y están decorados con motivos tradicionales del campo mallorquín.
Pues bien, me puse manos a la obra y reservé una mesa para doce en el Celler Ca´n Marrón de Inca. No me equivoqué: festival de sabores y colores auténticos a un precio más que razonable.
Bibi, que se empeñó en rebautizar a nuestra invitada como Begoña, hizo los honores; no le faltaron ganas de repetir su frase favorita cuando vamos a cenar de tapas: carta en mano dice siempre muy serio al camarero "Traiganos una de cada" y le devuelve el menú. Después de pensar unos instantes hizo una selección de platos que, a juzgar por el brillo de sus labios y dedos al terminar la cena, fue de su agrado y, como no, también del nuestro.
La cena empezó de manera ejemplar con pan blanco y pan "moreno" mallorquín, un rotundo "All i Oli" y verdes, duras y sabrosas "Olives Trencades" (aceitunas partidas) de Mallorca también. Poco a poco fueron llegando los platos de la degustación que, al cabo de media hora, convirtieron la mesa en un lienzo de desordenados, vivos e intensos colores y sabores.
Llengo amb tàperes (lengua con alcaparras), redondo y contundente, de carne fina y suave, un gran plato mallorquín (mediterráneo quizás) con la dificultad de separar su viperino nombre de su sabor, que Cristina probó sin mucho interés y no repitió, aunque las dos atrevidas manchitas de salsa que se alojaron en su pecho fueron la prueba de que sí disfrutó del resto de platos.
Caracoles, a pesar de no ser el mejor momento del año para este plato Bea no se podía quedar sin probarlos. Muy sabrosos con "botifarrón" y costilleja.
Seguimos con dos "fritos" muy típicos de Mallorca: "Frit de Matances" (tradicional del día de la matanza del cerdo) y "Frit de Pasco" (del día de Pascua). Los "Frits" son salteados de las asaduras, o partes menos populares, de los animales que más abundan en la isla mezclados con patatas y verduras de la temporada y aderezados con una cantidad importante de especias y hierbas (hinojo sobretodo). Los de Ca´n Marrón estaban exquisitos, en su justa medida de manteca de cerdo (sí, es sabido que la mallorquina no es una comida muy equilibrada) y de picante, que es un error muy extendido en este tipo de restaurantes.
Manitas de cerdo rellenas de carne, pasas y piñones: espectaculares y sin huesos molestos, envueltas en hojas de col, acompañadas de una salsa de tomate que, al preguntar a la camarera si llevaba hierbabuena, me respondió con una maliciosa sonrisa: "Sí, un poquito, así son más digestivas".
El calamar relleno de algo muy parecido a lo anterior, acompañado de una salsa de cebollas y tomate, era también delicioso. Xavi, que me dió una grata sorpresa al traerme el último libro del chef David de Jorge "Con la cocina no se juega" para que lo leyera, no sé si lo probó, pero creo recordar que disfrutó de un "Polp amb Ceba" (Pulpo con cebolla) tierno y sabroso como hacía tiempo que yo no probaba.
Hubo tres cobardes que no se atrevieron a enfrentarse al resto de luchadores de la batalla por probar todos los platos: Tina pidió Sepias a la plancha (sin sal, please), Marga y Carmen calamares rellenos y Berenjenas rellenas respectivamente. Carleíta no cenó, muy jóven para estos sabores tan fuertes, y Albertito, hecho ya un chaval,  intentó sin éxito acabar un plato de chuletas de cordero a la plancha del que dió buena cuenta de unas patatas fritas perfectas, crujientes por fuera y esponjosas por dentro.
Como era de esperar no pudimos con los postres, aunque caímos en la tentación alentados por la camarera de una tarta de plátano, dulce de leche y queso fresco con base de galleta en su justo punto de dulzor que sería un final perfecto de no ser por el atracón que nos dimos anteriormente.
En fin una gran cena que, coronada por unos cafés y algunas Hierbas Mallorquinas con hielo, nos costó menos de 17 euros por persona.
Esperemos que el primer contacto con la gastronomía mallorquina impresionara a Bea y le enamorara un poquito; los asturianos saben comer, son exigentes y tienen un paladar capaz de disfrutar de sabores fuertes y también delicados. Hice lo que pude. El resto del fin de semanan ya dependía de Marco. Veremos lo que nos cuenta.

Celler  Ca´n  Marron.
C/ Rector Rayó, 7. (Cerca del Mercat Municipal).
07300.  Inca.  Mallorca.
msmatemalas@hotmail.com
Tel: 971 504 160



Manitas de cerdo envueltas en hojas de col y rellenas de carne.

Calamar relleno de carne, pasas y piñones.


Vino, con gaseosa para digerir mejor.



viernes, 3 de septiembre de 2010

Llampuga.

Una vez leí en uno de los libros del cocinero mallorquín Xesc Bonnin que la llampuga sería el pollo del siglo XXI: un producto barato, sabroso, de fácil preparación y accesible en todo el mundo. Cierto pero muy alejado de la realidad actual.
La Llampuga (Coryphaena hippurus), también conocido como Dorado, es un depredador y viajero incansable, los ejemplares de mayor tamaño, que pueden llegar hasta los dos metros de largo y treinta kilos de peso, son un gran trofeo de pesca deportiva en las zonas tropicales. Aquí, en el Mediterráneo, viene para su reproducción al final del verano, aprovechando así las aguas más calientes de la superficie,  los ejemplares que se pescan son de mucho menor tamaño y se hace mediante artes más sosegadas como “Sa Fluixa” o la red “LLampuguera”. Su nombre viene del verbo llampegar (en mallorquín) que describe a las tormentas eléctricas del final del mes de agosto que es precisamente cuando nos visita este pez. Hay quien afirma que su nombre deriva del latín Lampare (resplandecer) debido al color amarillo intenso que desprenden en cuanto son sacadas del agua.
Decía que nada más alejado de la realidad la afirmación que hacía Mestre Bonnin de que este pescado iba a ser “el pollo del próximo siglo” ya que tan sólo se consume en Mallorca, Sicília y Malta. Lo que sí es totalmente cierto es la gran variedad de recetas y formas de cocción que con ella se pueden realizar. No descubriremos nada nuevo aquí si afirmamos que la más popular, y una de las más sabrosas, es el típico plato mallorquín de “Llampuga amb prebes vermells” (frita y coronada con pimientos rojos también fritos), pero hay infinidad de maneras de comerla: en escabeche, cruda, a la plancha, ahumada (en este sentido La Balear de Ahumados está haciendo un gran trabajo), etc.
En fin, aprovechemos la temporada de este maravilloso pescado que, además de barato, es sabroso, autóctono y auténtico del mar.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Higos.


No sé por qué, pero me fastidia mucho tener que comprar los higos en Mallorca. Toda la vida me los han regalado. Hoy en el mercado estaban preciosos, tersos, aromáticos, carnosos y de un rojo intenso que hacían salivar a cualquiera que los admirara.
Pero no los he comprado, espero que se cumpla la tradición de llegar a casa de mis padres y encontrar una cestita de hermosos, y regalados, higos de Mallorca.
Como digo muchas veces este no es un blog de recetas, pero no me resisto a dar un truco:
Untar un higo maduro como si de un tomate se tratara en una rebanada de pan moreno tostado, un chorrito de aceite, una pizca (poca) de sal y algo de queso por encima (de cabra, mahonés e incluso requesón). Merece la pena.

Este paisaje es más típico de Ibiza o Formentera.
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