viernes, 18 de marzo de 2011

"Delicias Turcas" actualizadas (II)

En mi  reciente y breve viaje a Estambul, donde celebré mi tercera luna de miel, pude comprobar de primera mano qué se entiende por "Globalización".
Este término tan utilizado y universalmente conocido estaba revestido de una cortina de misterio, gastronómicamente hablando, que no me atrevía a descubrir. Tuvo que ser en un país musulmán donde cometiera el sacrilegio y despojara del velo a esa incógnita. La globalización no es más que estar comiendo una comida típica en un país lejano y que nuestro paladar no note nada extraño. Tan simple y tan complicado como eso.
En Turquía, en una ciudad turística y de más de 15 millones de habitantes, para ser sinceros, la comida me supo como en casa; y no se me podrá acusar de guiri o de turista-a-la-japonesa (esos que van a toda leche, haciendo fotos y no probando más que el agua embotellada de Nestlé a ser posible) por haber asistido tan sólo a restaurantes turísticos o preparados para paladares occidentales. Como se aprecia en la última foto -bandejas y latas de refresco incluido- también estuvimos en establecimientos de comidas autóctonos y auténticos. Nadie me negará que un bufé en un barrio no turístico a la hora de comer donde éramos los únicos foráneos es un hito para un turista primerizo en esta ciudad.
Generalizando, por lo tanto mintiendo y resumiendo de forma zafia y vulgar, diremos que la comida turca es mediterránea y punto. Eliminando el cerdo, animal insano e infiel donde los haya, y sustituyéndolo por el cordero observé que las preparaciones, mezclas y resultado final me parecieron de lo más familiar y cercano. El pistacho y el sésamo reinan, las especias -mezcladas a conciencia pero con una inusual mesura- hacen los honores de recrearnos el olfato, los pimientos -dulces y picantes- aportan la profundidad necesaria y la madera, el ingrediente principal en todos los restaurantes visto el trasiego callejero de sacos de leña, engloba y unifica sabores y aromas con su perfecto ahumado. Cada carne tiene su adobo, nunca se mezclan, son perfectos y agradables. Todo suele estar hecho al fuego de leña verde y húmeda lo que hace que se ahumen mejor los alimentos. El uso del perejil, fresco y en abundancia, utilizado a modo de jengibre cuando comemos sushi, nos permite hacer una pausa, limpiarnos la boca y comenzar de nuevo con otra especia.
La sorpresa fue la normalidad, pero eso me permitió disfrutar mucho más de los sabores y no sentirme abrumado por picantes, currys o vinagres fuera de lugar y mesura.

Berenjena y carne picada y adobada ensartada en brocheta.
Bolitas de cordero y pistachos.
Pollo y ternera adobados.
Pimientos verdes picantes.
Ensalada de perejil, hierbabuena y cebolleta.

Guisantes aliñados.
Aceitunas aliñadas.
Rollitos de hoja de parra rellenos de arroz y pasas.
Salsa de yogur.
Puré de berebjenas a la barbacoa.

Frituras callejeras. (¿Familiar verdad?)

En el bufé:
Crema de lentejas y yogur.
Berenjena rellena de carne.
Pimientos verdes rellenos de carne.
Albondigas de cordero estofadas.
Pastel de carne y puré de patatas.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...